HORARIO: Martes a viernes 2 a 7pm // sábado 10am a 6pm

Entrevista a Gabriel Pacheco

El ilustrador: dramaturgo de instantes detenidos. Entrevista a Gabriel Pacheco por José Rosero.

A Gabriel Pacheco lo consideramos un conocedor de la imagen. No solo por su impresionante capacidad de creación poética, y de imprimir en las imágenes una serie de significados, si no por sus reflexiones que en su blog Rinoceronte va hilando de a pocos en relación con la imagen y el pensamiento. Tuvimos la fortuna de poder contar con su visita en el marco de Fig.02 Congreso Internacional de ilustración, que se realizó en abril del año 2012. Aquí compartió su taller “La ilustración, la otra palabra’ que contó con la asistencia de más de veinticinco personas.

Gabriel dedico suficiente tiempo a cada uno de sus estudiantes para discutir, dialogar e inquietar con sus argumentos y reflexiones, en relación a los temas particulares de cada cual. Al final logró un espacio donde preponderó la buena energía y la explosión creativa. Les dejamos una entrevista que hizo José Rosero, el director de CasaTinta a Gabriel:

 

 

J.R. Gabriel, es un placer contar con tu participación en el fig.02 Congreso Internacional de ilustración. Antes que nada, cuéntanos cómo te adentraste en este mundo, qué te hizo llegar a él, teniendo en cuenta que tu formación inicial viene de la escenografía y las artes escénicas.
G.P. Fue una casualidad muy común, la escuela que uno va haciendo en la vida, es decir, comencé como ayudante. Yo trabajaba como asistente de un maestro escenógrafo y amaba el teatro. Por los apuros económicos tuve que entrar a la televisión a trabajar, pero fue una mala decisión y vino una decepción laboral y anímica espantosa. Justo en ese momento, mi hermana me propuso ayudarle, así que dejé mi trabajo y tomé el pincel: le ayudaba a copiar dibujos, aprendí a dar color y copiaba tipografías en acetato para alguna portada. Por las noches me prestaba su Quadra 605 (de 25 MHz); mientras, experimentaba con dibujos vectoriales. Así pasaron los días, hasta que un día me invitó a ilustrar un cuento. Fue fascinante. Para mí fue un bálsamo profesional ante la frustración que había vivido. Lo interesante es que mi formación como ilustrador ha sido así, muy artesanal, de la forma en que el ayudante aprende del maestro.
Y claro, mi formación escénica, sobre todo el acercamiento y el gusto que tengo por la dirección, ha sido fundamental en mi forma de ver la ilustración. La manera de construir y de estructurar mi discurso provienen de todo ese bagaje que tuve. Curioso, ¿no?

J.R. Ahora surge la incógnita: ¿cómo tu punto de vista, en cuanto a discurso y metodología de trabajo, se ha transformado debido a ese bagaje de la formación escénica?. ¿Qué tan cerca crees que está el ilustrador del dramaturgo? ¿Qué referencias tienes de otros que hayan abordado el campo de la ilustración desde un espacio similar?
G.P Claro, completamente transformado e inundado, pero además muy consciente de ello. De hecho, mis planteamientos a la hora de ilustrar o de dar un taller sobre ilustración usan estructuras conceptuales provenientes del montaje. Los términos, las formas, las atmósferas, los acentos, la forma de escribir un discurso visualmente, la forma de pensar, todo tiene relación con mi origen escénico, aunque claro, lo voy robusteciendo mucho con otros lenguajes como el cinematográfico, el dancístico o el plástico mismo.
Para mí, el bagaje es esa masa del pasado que te ha formado, que te ha moldeado, y es ahí en donde realmente surge nuestra mirada; la mirada es ese resquicio que te deja ver entre las tierras de lo que es uno y de lo que ha sido, así que inexorablemente ilustraremos desde nuestro pasado.
¿Referencias? Pues particularmente no ubico a alguien, sin embargo todos los ilustradores e ilustradoras que he conocido tienen mucho de ello, son personajes que van construyendo toda una obra para mirarse.
Y para mí, el ilustrador es un escritor, un escritor de imágenes, un dramaturgo de instantes detenidos. Al final todos nosotros somos personas que expandimos nuestras realidades sobre nuestra propia obra.

J.R. Y definitivamente se ve esa influencia en tus imágenes, donde se plantean “escenas” muy teatrales. En este contexto, veo que tus imágenes, en su mayoría, tienen un contrapunteo entre lo narrativo y expresivo, que suscita los personajes y los espacios, junto a un “algo” oscuro y misterioso. Percibo también cierta atmósfera que le imprime a las imágenes un pasado casi infinito. Como si la escena que vemos estuviese en el medio de algo que no ha sido resuelto. Me permito aquí una pregunta más íntima: ¿qué tan consciente eres de ese uso de simbologías, colores y composiciones? ¿Qué tanto dejas a la libre interpretación y qué tanto espacio le permites al accidente?
G.P. Por igual son fundamentales estos espacios, lo explicaría en dos partes. La primera es el momento creativo como un juego pendular, un juego de andar y pisar, sin quedarse quieto jamás, entre lo intuible y lo reflexivo. Yo lo imagino como un baile que no sabes bien cómo irá ni cómo se bailará; un paso de la emoción y el otro paso del razonamiento que reflexiona. El primer paso importante y vital es el de la intuición, creo que siempre debe ser así. Creo fervientemente que debe ser el alma lo que nos mueva a hacer algo, el que nos accidente a hacer algo, por eso muchas veces insistimos en elementos que se reiteran en nuestra obra, o inclusive aparecen otros cuyos significados desconocemos. Luego, entonces, viene el trabajo reflexivo que construye, que estructura; ahí es cuando uno logra otra cercanía. Entonces bailamos a la hora de crear, bailamos entre lo emotivo y lo reflexivo, entre lo que conocemos y lo que desconocemos, o entre lo que creemos desconocer y que sólo hasta verlo sabemos que lo conocíamos. El uso de símbolos, colores, referencias gráficas o plásticas también provienen de esta dicotomía, de lo que inconsciente y conscientemente es uno; no hay resguardo en este proceso. Uno es memoria, pero también es lo que no es.
Ahora, la otra parte es lo que yo llamo consolidar la intuición. Una vez abastecido el proceso de elementos que provienen de ambas realidades (y muchos derivan de accidentes en la mesa) entramos en un proceso de diálogo con aquellos elementos que aparecen “sin explicación aparente”, para estructurarlos. Y esto es muy importante, porque hay que hacerlo sin develar su origen, pero siempre intentando disponerlos para originar más interpretaciones, que no es lo mismo que controlar un sólo grupo de significados. Ahí, pues, la obra se vuelve suficiente, con la posiblidad de ser creativa; no creativa por uno, el autor, sino creativa por el lector, que en el momento de leerla consolida otro acto creativo.
Aunque también es cierto que el lector es un autor final.

J.R. Como te refieres a la autoría, al tema espinoso del “ilustrador como autor”, te pregunto lo siguiente: teniendo en cuenta que comúnmente se relaciona la ilustración con los procesos editoriales, y que el nicho dentro de ese nicho es el libro álbum, ¿crees que un ilustrador sólo es autor cuando se refiere a la creación de libros? ¿Qué opinas de aquellos que realizan imágenes fuera del sector editorial?
G.P. No, por supuesto que el ilustrador, como el creador de imágenes fuera del sector editorial, es siempre autor, además de que esas fuentes son siempre un excelente referente en la ilustración editorial. Desde mi punto de vista y como postura, considero al ilustrador un autor en todo momento, al igual que el artista. El que crea imágenes, sea el proyecto que realice, es un creador y como creador es un autor, independientemente del proyecto.
La idea de que solamente cerca del libro álbum el ilustrador se convierte en autor, proviene más del aprovechamiento económico que de la realidad. Claro, es más barato en un encargo pagarle a un ejecutor de guión que a un creador. Sin embargo, considero importantísimo que, al igual que se exige un espacio respetuoso y bien pagado, el ilustrador debe asumir todos los compromisos que una creación autoral implica: el discurso, el concepto, la idea, la intención plástica, etc. Entonces, la percepción del ilustrador como autor también se genera desde nosotros, y esto es tanto para ilustradores del medio editorial, como para infografistas, publicistas, guionistas, creadores de imágenes en general.
La autoría implica muchas situaciones: otras formas de cobrar el trabajo, asumir posturas, exponerse claramente en ideas, los compromisos laborales a nivel de dirección de arte en cada proyecto y otras situaciones más. Evidentemente esta postura dista mucho de lo que sucede realmente, pero creo que si nosotros, los que creamos imágenes, asumimos los compromisos, los espacios de trabajo irán cambiando. Ahora, yo creo que parte de las condiciones también son aceptadas por nosotros: si existe un proyecto que no es bien pagado y que sólo requiere de un gancho visual, lo más práctico es reducir el discurso y ejecutar una obra que solucione el proyecto.
Entonces, la pregunta sería: ¿qué tanto uno puedo mantener el discurso autoral que implica un trabajo intelectual conceptualizando y generando todo un discurso en cada proyecto? Ése, desde mi punto de vista, es el conflicto real que tenemos que enfrentar. Pero de que el ilustrador es un creador, lo es sin duda para mí.

J.R. Y supongo que debe mantener constante ese espacio creativo. Por último, Gabriel, para concluir este semblante, te haré una pregunta capciosa que espera una respuesta breve: ¿Cuál crees que es esencialmente la función de la ilustración en la sociedad contemporánea, y de allí, la del ilustrador?
Construir mundos.