Fundador y codirector de LA CALA (Chodes. España), centro dedicado al estudio, la investigación y la creación.
Grassa Toro, es un escritor ilustrado, ¿o un ilustrado escritor? Un misterio hasta para él mismo, pero lo que sí se puede señalar de él es que tiene una veintena de años trabajando con ilustradores. También se puede señalar su hablar pausado y envolvente, con ciertos puntos de ironía que ameniza cualquier conversación. Grassa Toro es de aquellos que dicen las cosas como las piensa, sin filtros, sin enmendaduras. Puede atribuírsele una intensa franqueza que viene en conjunto con el humor y la palabra cruda.
Su relación con la ilustración comenzó diciéndole una mentira a Isidro Ferrer; que le gustaban los cómics. De allí en adelante ha seguido mintiendo “alegremente” casi como un fin estético.
Para hacerlo más breve, Carlos Grassa Toro es un escritor, poeta, ensayista, guionista, coordinador de espacios creativos como la Cala de Chodes, y sobre todo hacedor de libros, en lo que ha perdido dinero, pero ha ganado mejores cosas.
Habla constantemente de la importancia de respetar la palabra en un libro con o sin imágenes, pero no necesariamente respetarla como un elemento sagrado e intocable, sino al contrario, respetarla sacándole el mayor provecho posible, eso sí, como repite varias veces, sin caer en lugares comunes.
Por algo su charla la bautizó: El escritor ilustrado, una conferencia con bigote (lo del bigote era para darle la seriedad y elegancia que merece al asunto). En la conferencia recorría su trabajo y constante relación con ilustradores y como esa relación va más allá de lo profesional convirtiéndose en algo personal. Mencionó que uno de los mayores provechos de trabajar con ilustradores es la ventaja de tener un primer lector, que es todo menos complaciente. Por lo tanto, una primera lección que brinda es saber que el ilustrador tiene todo el derecho de decir que el escritor está equivocado.
Una segunda lección no menos importante es: nunca botar nada a la basura, pone el ejemplo de un guion para un comic con Isidro Ferrer en el año de 1994 el cual en un principio no fue comic, pero resultó siendo un guión para una obra de marionetas.
Con un sin fin de historias más y repasando libros donde ha trabajado de la mano de grandes ilustradores como el mencionado Isidro Ferrer, Pep Carrio, Diego Fermin, Meritxell Duran y otros más. Grassa Toro cuenta los procesos y anécdotas de libros como si fueran viajes: Una casa para el abuelo donde se cuenta la muerte de un ser querido más como un homenaje que como una desgracia, Una niña que trata sobre la adopción y como al final como todos somos adoptados, El barranco y el miedo a crecer, Fábulas morales de una vez para siempre y el intento de darle otra cara a un género tan tradicional, Este cuerpo es humano un libro educativo sin lo aburrido de ser un libro típico educativo para niños, Cuaderno de vacaciones una guía algo particular de como pasar los días libres, Conquistadores del nuevo mundo y como volver a contar historia patria.
Estos libros tienen en común no solo las geniales ilustraciones donde Grassa Toro ha aprendido a mirar lo particular de cada ilustrador y sus diferencias, sino también el cuidado de la palabra, lo que esta transmite, porque otro aspecto en el que hace mucho énfasis es tener siempre en cuenta que los lectores nunca son tontos, así sean niños de 5 años hasta adultos de 80. Por lo cual debe tenerse siempre presente el narrar de maneras distintas y prestarle mucha atención a la secuencia visual.
Grassa toro terminó la conferencia con un alentador panorama sobre la industria colombiana del libro ilustrado y cómo se han ido creando espacios que contribuyen a ese crecimiento tales como Casatinta, El congreso internacional de ilustración Fig, librerías que antes no existían, también del reciente apoyo por parte del gobierno colombiano en la compra de miles libros ilustrados para las escuelas y colegios, aunque dice que siguen faltando más redes de buenas bibliotecas públicas.
Algo importante que menciona es lo significativo que varios ilustradores de renombre y autores extranjeros estén prefiriendo trabajar con editoriales colombianas, ya que según él las editoriales colombianas tratan bien y pagan decentemente a los autores e ilustradores aunque tengan que luchar con monstruos como algunas mafias de libros que siempre rondan por ahí y lo que solo les importa vender.
Para él ese crecimiento va a continuar en un aumento paulatino.
Para nosotros, en conclusión, Grassa Toro es un escritor ilustrado y también un ilustrado escritor (con bigote).